Empresa familiar
Las empresas familiares se caracterizan, entre otras cosas, por una clara visión de futuro centrada en el largo plazo. Esto les lleva a una esperanza de vida superior a las empresas que no son familiares, llevando aparejado, por lo tanto, tener que afrontar más veces las crisis económicas periódicas y también los ciclos expansivos posteriores de la economía.
La consecuencia de ello es una natural resiliencia a las adversidades con una visión positiva “a pesar” de las dificultades. Como decía nuestro padre, Manuel Peláez Castillo, “en la vida del empresario hay momentos buenos y malos pero no nos podemos permitir caer en el desánimo porque… Los empresarios tenemos la responsabilidad de motivar y ejercer un liderazgo inspirador directo hacia toda nuestra organización así como a nuestros grupos de interés (stakeholders: colaboradores, clientes, proveedores, banca, etc) e indirectamente hacia toda la sociedad”.
Esta longevidad superior lleva en algunos casos a que el crecimiento de la compañía no pueda darse ya en el mercado natural de la empresa, sea de ámbito regional o nacional, y se debe afrontar por lo tanto la búsqueda de nuevos mercados donde comercializar nuestros productos y servicios.
Esta salida al mercado exterior puede darse también por la tipología de empresa que tengamos, por ejemplo, cuando desde el principio el negocio lleve implícito un importante volumen de exportación, como ocurre con empresas del sector del calzado, plástico, juguete o alimentación, entre otras.
Por último también puede darse en casos de excepcionales donde el mercado regional o nacional directamente desaparece temporalmente o cae drásticamente, llevando a las empresas a tener que reinventarse a gran velocidad para no desaparecer como consecuencia de ello, en una lucha titánica por la supervivencia.
Este es el caso que vivimos en la familia Peláez con nuestra constructora, derivada de la terrible y larguísima crisis del sector de la construcción que poco después empeoró dramáticamente con la crisis financiera mundial (período 2007/2016). Durante intervalo de 10 años, el 70% de las empresas constructoras en España desaparecieron y se destruyó el 60% del empleo del sector (se perdieron 1.200.000 puestos de trabajo).
Causas o motivaciones de la internacionalización en las empresas familiares
La salida a los mercados internacionales puede darse por lo tanto de una forma planificada en el tiempo (crecimiento de la empresa) o en algunos casos como consecuencia de las crisis económicas o de nuestro mercado natural (supervivencia). Sea cual sea la causa o la motivación que nos lleve a afrontar un proceso de internacionalización, lo que es cierto es que para lograr hacerlo con éxito la fórmula es la misma, lo único que cambia es la velocidad a la que haya que…
Definir el “qué queremos”, el “cómo vamos a hacerlo”, “con quien” y la propia ejecución de esa planificación implementada a través de acciones concretas.
El elemento primordial a tener en cuenta en un proceso de internacionalización radica en la diferencia existente entre exportar e implantarse en el país. Exportar con éxito tiene sus dificultades pero son menores a las que hay que afrontar para ejecutar una implantación estable en el país. Se puede exportar teniendo un buen equipo comercial centralizado y con una red de distribuidores o prescriptores en los mercados destino como aliados, no necesitando, en muchos casos, tener ni un empleado en el país.
Esa es la principal diferencia conceptual, internacionalizarse o implantarse en un país desconocido supone afrontar unos riesgos y una forma de hacer los negocios diferentes a lo que estamos habituados. Lleva implícita la obligación de tener una gran capacidad de adaptación ya que, si pensamos que haciendo exactamente lo mismo que hacemos en nuestro mercado habitual o en nuestro país tendremos éxito, sin observar las peculiaridades del nuevo mercado objetivo, fracasaremos estrepitosamente